Todos los derechos reservados por el autor
domingo, 5 de abril de 2009
23 de mayo
Pasé bien la noche, es decir, no tuve ninguna molestia, más allá de la permanente y casi eterna dolencia del cuello. Por lo que respecta al sueño, éste en complicidad con el cansancio, mermó toda posiblidad de insomnio, sólo en dos ocasiones parecía escapar ante el lamento de mi compañero de enfrente, ¿ya mencioné que comparto el cuarto con tres sujetos más? Somos dos viejos y dos jóvenes, no sé sus nombres y la verdad no me importan, ni a que se dedican,tampoco importa... Para efectos prácticos de estas notas y porque resulta confuso estar escribiendo:el de la 138 o el de la 139, procederé a bautizar a mis compañeros de acuerdo a lo nada que sé de ellos y a lo poco que he observado: a mi derecha se encuentra Don Juvencio, señor de bastantes años, que a pesar de haber sido sometido a dos intervenciones quirúrgicas en una semana, mantiene una vitalidad que me sorprende, enfrente de él, esta Don Modesto, señor callado, sencillo, de experiencia (se le nota luego luego), no he podido hablar con él, es muy reservado y hasta creo que no le caigo bien; a diferencia de Don Juvencio, Don Modesto parece tener una vitalidad a la fuerza; aunque es el más activo, los seis recorridos que ha hecho hoy a través del pasillo que larga unos cuarenta metros desde la torre hasta el ventanal grueso que sirve de pared, obedecen más al acatamiento de una orden médica, que al simple gusto por el ejercicio ambulatorio. Mi cama está pegada a la puerta de entrada de la habitación, por lo que puedo ver cuando entra y cuando sale Don Modesto, empujando su tripie, de donde cuelgan como si fueran series de luces navideñas, las sondas y los tubos que conectan a Don Modesto a la esperanza..., a veces parece que el tripie lo empuja a él, pero ahí está Don Mode, en su vaivén terapéutico, incorporándose de nuevo al pasillo, que se ha convertido ahora en una representación teatral del periférico: Los médicos residentes llegan tarde a sus acostumbradas visitas vespertinas, los pacientes impacientes que al igual que Don Modesto han tomado el pasillo, comienzan a formar la hilera del caos, un carrito de limpieza obstruye el paso, más adelante,una estación móvil de apósitos hace su contribución, un grupo de enfermeras en contraflujo dispuestas a limpiar catéteres y a sanar algunas venas flacas, complementan lo que ya es un irremediable "embotellamiento" alguien pita, se escuchan algunas mentadas..., no cabe duda, necesitamos un segundo piso.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario